NUESTRA HISTORIA

Todo comenzó en 1950, cuando Sra. Elsa, transformó su pasión por la cocina en un pequeño sueño que con el tiempo, se convirtió en el corazón culinario de Tijuana: Plato de Oro.

La joven Elsa Espinoza, proveniente de San Martín Texmelucan, Puebla, llegó a Tijuana en 1949 con la ilusión de compartir su conocimiento y maravillosa sazón en la cocina. La Sra. Elsa Espinoza, en sociedad con su comadre, emprendió una pequeña fonda donde ella fue la encargada de fungir como chef, gracias a su amplio conocimiento sobre la auténtica gastronomía mexicana.


Inauguración de Plato de Oro
Inauguración de Plato de Oro

Después de un par de meses, la Sra. Emilia se retiró de la sociedad, quedando la Sra. Elsa como única responsable de la fonda. Su gran sazón, dedicación, limpieza, disciplina y amor por lo que cocinaba la llevaron a tener un gran éxito, al punto en que los comensales hacían fila para probar sus recetas, preparadas desde una humilde cocina con un metate, molcajete y muchas ganas de hacer felices a sus comensales, quienes en su gran mayoría se convirtieron en sus amigos o compadres. 

El éxito de la Sra. Elsa duró alrededor de 28 años, durante los cuales compartió sus maravillosos platillos. Sin embargo, debido a problemas de salud, fue incapacitada para seguir laborando. La Sra. Elsa, al ser madre soltera, le pasó la estafeta a su único hijo, Arturo, y a su esposa Amelia, quien también era una excelente cocinera.Fue entonces cuando Amelia incorporó más platillos al menú, refrescando tanto el menú como la imagen del pequeño café. Después de algunos años, tuvieron la oportunidad de cambiar de local, y fue entonces que decidieron cambiar el nombre a Plato de Oro.

Hoy en día, el legado de "Plato de Oro" sigue vivo, impulsado tanto por el esfuerzo y dedicación de sus colaboradores como por la lealtad y cariño de sus comensales. Cada colaborador es una pieza fundamental de esta historia, trabajando día a día con la conciencia de que son los herederos de una tradición que va más allá de servir comida; representan el alma de una cultura gastronómica construida sobre el esfuerzo de generaciones.

Ellos no solo preservan las recetas y prácticas del pasado, sino que también aportan su toque personal y su compromiso, manteniendo viva la esencia y el sabor que Sra. Elsa sembro en su inicio.